jueves, 19 de mayo de 2016

Un nuevo aniversario de la justa libertaria en Chuquisaca



Por Mario D. Ríos Gastelú

Existen en Bolivia ciudades que nos transmiten los rumores circundantes de más de cuatro siglos, llegados hasta nuestros días en un  abrir y cerrar de alas portadoras de las imágenes ya trazadas por la historia, el amor y la gratitud. 

Pueblo enarbolado de banderas revolucionarias que aún asoman en su flamear, la faz de su heroína Juana Azurduy de Padilla, cabalgando por polvorientos caminos tras rescatar la  cercenada cabeza del valiente esposo, Manuel Ascencio Padilla, en la más patética imagen de heroísmo contemplada con los  ojos de horror nebuloso de los yamparaes.

Las otoñales páginas de la historia refrescan fechas y nombres: 1540, Pedro de Anzúres funda Chuqisaca. 1552 fundación del Obispado de La Plata. 1560 se edita en Valladolid: Arte y Gramática de la Lengua Quechua. 1809 rebelión armada contra el dominio español. 1825 proclamación de la independencia de Bolivia. 

El linaje de Sucre

Pasó el tiempo, y al llegar un nuevo aniversario de la justa libertaria en Chuquisaca, el pueblo enarboló banderas nacionales en celebración a los dos siglos de libertad. Doscientos años en pos del progreso. El linaje de Sucre extendido por los caserones de blancas fachadas. Su cultura, rememorando  la cuna de libertad y sabiduría desde los muros de una de las universidades más prestigiosas de Bolivia: Universidad Mayor Real y Pontificia  de San Francisco Xavier de Chuquisaca, donde se escucharon las primeras voces de rebeldía. 

Ya en pleno siglo XXI, Sucre abre las ventanas de una ciudad moderna. Edificada  sobre la nostalgia de una arquitectura religiosa atrayente y espiritual. Sus calles y avenidas abren espacios hasta donde convergen historia, fantasía, duendes y amoríos.

Hoy son los barrios aledaños los que le dan una nueva brisa de encanto. Imponente el Churuquella, en diálogo con el Sica Sica, velando por la ciudad. Visitar la capital de la República, es descubrir nuevos rincones, palpar su historia desde el silencio de sus viejas construcciones. Es penetrar en la penumbra de sus colosales templos, en una gigantesca exposición plástica, reveladora del talento de los pintores, arquitectos y escultores surgidos en el Virreinato, en la Colonia y la República. Historias sagradas, milagros admitidos y leyendas que dieron solidez a un pueblo inmerso en una cultura superior, recogida  de las escuelas de Sevilla y Granada. Barroco, Manierismo, influencia flamenca, romanismo y arte moderno, sin olvidar las creaciones indígenas, brillantes en su artesanía. 



Cargada de gloria está la Casa de la Libertad, donde aún parecen departir las figuras emblemáticas de los Padres de la Patria. El Palacio de Gobierno,  La Glorieta, con sus fantasmas y sus oropeles aristocráticos y un Prado con la Corte Suprema de Justicia. A todo ello se suman edificios bancarios, históricos colegios, monumentos a próceres de la independencia y un señorial teatro. Sumar a todo aquello plazas, parques y lugares de paseo, es tener presente la visión de una ciudad encantadora, declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad. 

Para el turista

Los pobladores del territorio chuquisaqueño, entregan su esfuerzo a un desarrollo que se advierte desde los cambios substanciales del corazón del departamento. Puna, valle y subtrópico, encierran en sus entrañas la riqueza natural, sumándose la biodiversidad entre flora y fauna salvaje.  Los jalq´a, tarabucos y guaraníes, son testigos vivientes de un pasado que no pierde sus raíces originarias.

En Sucre,  hay algo especial  para el turista, el investigador y el visitante ávido de sensaciones nuevas: El Bramadero, en la serranía de  Chataquilla, un lugar donde puede respirarse la pureza de los bosques, apreciar los roquedales con tintes de cielo y riachuelos en los que la faz del sol se detiene como un Narciso contemplando su propia belleza.  

Cajamarca, es otro lugar de ensueño con poéticas aguas cristalinas  limpiando los peñones y vigorizando los altos pinos, cuyas sombras refrescan un bosque con orquestación de pájaros. Y los que llegan hasta la capilla de  Chataquila, podrán escuchar oraciones de piedra, materia prima con la cual fue creado ese espacio elevado al Ser Supremo. En el mismo lugar, el homenaje de admiración y agradecimiento a Tomás Katari,  traduciéndose en Ave Marías, como un ofertorio a su memoria.

El tiempo se detuvo en Pumamachay donde la pictografía certifica unos mil quinientos años de  antigüedad. 
Los prodigios de la naturaleza



El nombre de Samay Huasi tiene resonancia turística. Se trata de una hermosa hacienda esforzada en mostrar otros atractivos. Se encuentra en Chaunaca. Es un hospedaje en medio de paisaje cautivante, pues muestra singulares prodigios de la naturaleza, en un ámbito de silencio, sólo interrumpido por las voces que nacen en las arboledas. Si de allí seguimos avanzando, nos encontramos con otra faz de la Chuquisaca  tradicional: Potolo, donde las formas zoomorfas de sus textiles son el certificado de la creación artesanal conservada en los años. Cada una de esas piezas tejidas al  impulso de un lenguaje abstracto, nos habla de tiempos remotos, de fe pagana y de creencias míticas propias de los jalq´a.

La lengua quechua endulzada en las frases de bienvenida, pone un tinte especial, allí donde las serranías y el río que baña sus sembradíos, ya son otro motivo de particular atracción. 


Treinta kilómetros hacia el norte de Sucre, hay huellas que impresionan, al transportarnos a mundos desconocidos.  Son las huellas de dinosaurios, vestigios  de especimenes monstruosos que dominaron la Tierra, dejando a su paso la identidad de su presencia solitaria en la región llamada Cal Ork´o, imagen del farallón con huellas de 332 especies, origen del Parque Cretacio, réplica paleontológica de abelisaurios, iguanodontes, titanosaurios y reptiles marinos.  

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