lunes, 27 de junio de 2016

El solsticio de invierno



El solsticio de invierno, en el Año Nuevo Aymara, significa una oportunidad para renacer, una puerta abierta para lograr vencer las limitaciones, un eterno círculo de equilibrio entre la luz y la oscuridad, la vida y la muerte. Un espacio en donde todo puede ser trasmutado con la voz de nuestros ancestros, en el canto eterno unido al corazón de la Madre Tierra y la Pachamama. SOLSTICIO, se deriva del latín sol (‘Sol’) y sístere (‘permanecer quieto).

El SOLSTICIO DE INVIERNO, de acuerdo con su definición astronómica corresponde al instante en quela posición del Sol en el cielo se encuentra a la mayor distancia angular negativa del ecuador celeste. 

Dependiendo de la correspondencia con el calendario, el evento del solsticio de invierno tiene lugar entre el 20 y el 23 de diciembre todos los años en el hemisferio norte, y entre el 20 y el 23 de junio en el hemisferio sur; y en términos más simples, corresponde al día de menor duración del año, y por ende a la noche más larga, lo que marca el inicio del Invierno.

Durante el Solsticio de invierno el Sol se mantiene en la mínima posición en el cielo del mediodía, esto es, alcanza su menor declinación en el Cenit, durante tres días, para luego comenzar su ascenso gradual en el Cenit de mediodía hasta lograr su máxima expresión en el Solsticio de Verano.

Astrológicamente, el SOLSTICIO se define como la época temporal en la que el sol se encuentra en uno de los dos trópicos, en Cáncer o en Capricornio, lo cual sucede respectivamente, del 20 al23 de Junio, conocido como Solsticio de Invierno, y del 20 al 23 de diciembre, conocido como Solsticio de Verano, respecto del Hemisferio Sur.

Los Solsticios han representado desde tiempos inmemoriales un misterio y, a la vez, una fecha de gran significado para todas las culturas, es así que en la actualidad se reconocen 40 fiestas asociadas al Solsticio de Invierno, en culturas tan disimiles como distantes entre sí, tal como Inca, Maya, Babilonia, Judea, Romana, Pakistaní, Hindú, Celta y muchas más. En todas ellas, el fuego formaba parte esencial del ritual de celebración, como una forma de representar la lucha del hombre en contra de la oscuridad. 

Es más, en muchas de estas civilizaciones su arquitectura se basaba en fundamentos astronómicos, siendo el Solsticio de Invierno la clave de estos, tales como Stonehenge (GranBretaña) y Newgrange (Irlanda), Machu Pichu o la “simple” urbanización en los pueblos Incaicos, en la cual la distribución de los edificios, calles, y casas sigue un orden determinado por los astros.

Para entender la especial relevancia que ostenta la celebración del Solsticio en la Masonería nos debemos remontar a la antigua Roma, a la celebración del Dios JANO (Janus), representativo del Sol, quien presidía los comienzos, las Iniciaciones y en particular el ingreso del Sol en los dos hemisferios celestes. 

Es así, que la tradición y mitología romana celebraba el Solsticio de Invierno la fiesta del “Sol Invicto”, la cual representaba la prevalencia del Sol – la Luz – sobre la Noche – La oscuridad, ya que era el inicio del retroceso de la oscuridad sobre  la humanidad y el renacer de la vida adormecida en la época del frío, de la hambruna, de la carencia.



Para nuestro país, el acontecimiento astronómico invernal tiene una importante relevancia filosófica. La naturaleza es el panorama de inspiración para el Año Nuevo Aymara y un espectáculo del aparente trayecto traslativo del sol como una representación del equilibrio que mueve al mundo. Comienza el 21 de junio, cuando asoma el solsticio de invierno que trasciende al nuevo ciclo agrícola. En esa fecha, los amautas encuentran el punto clave para que retorne el reordenamiento de la tierra. 

La fiesta está perfectamente integrada en nuestra cultura, y nada pudo desenraizarla de nuestros corazones. Los antiguos indígenas agricultores del altiplano andino, se regían por diversos fenómenos astronómicos, observados, con el fin de guiarse en el momento en que debían iniciar las diversas faenas agrícolas y ganaderas, como siembras, cosechas y esquilas a los camélidos andinos.

En las culturas modernas estas reuniones son aún apreciadas por la comodidad emocional, porque representan algo que esperamos en el momento más oscuro del año. Este es en especial el caso para las poblaciones en las cercanías de las regiones polares del hemisferio. Los efectos de depresión psicológica del invierno en los individuos y las sociedades están en su mayoría vinculados a frío, cansancio, malestar, y la inactividad. Además, la falta de luz solar en los cortos días del invierno aumenta la secreción de la melatonina en el cuerpo, empujando el ritmo circadiano de sueño a uno más largo. 

Celebraremos en medio de ritos y ofrendas al Inti (Sol) y a La Pachamama (Madre Tierra).  Invocaremos fertilidad a la tierra para asegurar la prosperidad agrícola y pecuaria. El sentido del rito será asegurar la reproducción de la vida con las bendiciones del Sol para la siembra y la cosecha, en medio de antiguas prácticas de las comunidades aymaras. 

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