La magia de la batuta de Ramiro
Por Julio Ríos Calderón
La Fundación ADA invitó a disfrutar de la temporada “Encuentros 2016” de La Orquesta Sinfónica Nacional que en esta oportunidad presentó su programa VI “De La Cuna a La Tumba”, cuyo nombre viene del último poema sinfónico del compositor Franz Liszt. El concierto tuvo lugar en el Centro Sinfónico de la ciudad de La Paz, Bolivia, los días 29 y 30 de julio.
En esta extraordinaria oportunidad el director invitado fue el Maestro Ramiro Soriano Arce, que celebró 40 años desde su primera presentación el 28 de junio de 1976, cuando dirigió la Orquesta Sinfónica, encontrándose, él, en plena carrera de formación
El referido directo asomó el talento y la prolijidad, puestas de relieve para escuchar con espíritu armonioso, cuanto entrañan, la Sinfonía No. 1 de Sibelius, de La cuna a la tumba de Liszt y, el Scherzo Capriccioso de Dvorak,
El origen remoto de la Primera Sinfonía se sitúa precisamente en esa dialéctica entre la música pura y la programática. Fascinado, Jean Sibelius con la idea de una sinfonía literaria, comenzó a esbozar un esquema, anotado como "diálogo musical": "(I). El viento sopla frío, tiempo frío desde el lago, motto para el primer tempo de la sinfonía. (II). Heine. (El abeto del norte, sueños de una palma del sur). (III). Un cuento de invierno. (IV). El cielo de Jorma"
Para la ejecución del Scherzo Capriccioso de Antonin Dvorak, Soriano frente a la Orquesta Sinfónica Nacional, director e instrumentistas comunicaron en gran relieve aspectos de la interpretación musical, como son los cambios de intensidad o volumen. Su mano derecha se movió según los patrones reconocidos de dos, tres, cuatro o más pulsos por compás.
Responsable de la virtuosa interpretación de las tres obras, cumplió principalmente la función de marcar los tiempos con la familia de las cuerdas, y la energía con la percusión, sobre todo en los momentos en que la intensidad era baja, entre pianíssimo y mezzoforte. Mostró algo así como “llamados de atención”, que sonaban en los platillos y los timbales.
En lo que hace a Franz Liszt, los tres movimientos del poema son en verdad tres pretextos para realizar una evocación, muy abstracta, de los episodios esenciales de la vida. No hay ninguna intención descriptiva. “La cuna”, tiene un carácter más suavemente melódico que atractivo. Por el contrario “el combate por la existencia” tiene otro relieve, con una orquesta a menudo imprevista y siempre brillante. La última parte se titula “hacia la tumba, cuna de la vida futura”.
Simbólicamente el tema inicial es repetido en los últimos compases de esta pieza, en donde se expresa una resignación teñida de nostalgia (solo de corno ingles), volviéndose a encontrar el pianisssimo final, la dulzura del primer movimiento.
En la ejecución de “La cuna”, que tiene un carácter melódico; “La lucha por la vida”, reveló la sorprende orquestación; y “En la tumba, cuna de la otra vida”, incorporó al final el tema del principio, con resignación nostálgica. El soporte instrumental asomó una suerte de música de cámara con violines, violas, y flautas.
El tema principal apareció en la segunda mitad, escuchándose los sonidos violentos. La obra terminó con un pasaje del violonchelo solista. Un concierto plausible, digno de estímulo y aplauso y, el aplauso, a propósito, ovacionado; visiblemente emocionado de parte de quienes tuvimos el privilegio de asistir.
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