La
diversidad de paisaje y clima que ofrece Bolivia a los turistas del mundo tiene
en el departamento de Oruro atractivos singulares, no obstante de la altitud en
que se encuentra su capital (3.706 metros sobre el nivel del mar) pues,
precisamente por esa circunstancia, el panorama que resalta a la vista de todo
viajero que llega a la zona del altiplano motiva sensaciones inusuales.
MARIO D. RÍOS GASTELÚ
Un grito rebelde contra la dominación española llevó al bronce de la
perpetuidad el reconocimiento a la figura histórica de Sebastián Pagador,
caudillo de un movimiento que dio frutos de libertad y esperanza a un pueblo
sometido a la esclavitud.
Evocación y homenajes a la histórica gesta patriótica pusieron tinte a la
celebración orureña el pasado 10 de febrero, llevando a los círculos sociales
el perfil de una tierra apasionada por el trabajo y la fraternidad. Todo
diálogo acercó la imagen de un pasado que aún vibra en el recuerdo humedecido
de nostalgias de cada orureño, cuando ya los años vencieron dificultades y
dejaron en su balance la sonrisa del haber cumplido la misión que le signó el
destino.
EL FULGOR DE LA AURORA
Una es la perspectiva citadina y otra la característica de cada una de sus
provincias: pueblos levantados en plena pampa, sujetos a ciertas circunstancias
de vida adaptadas a una tierra hostil. Sin embargo, ellas ofrecen atractivos y
productos de alto contenido alimenticio contribuyendo, así, a la economía de la
región, además de despertar interés ilustrativo en quienes las visitan.
Pero no sólo esos productos de la tierra dan a Oruro una fisonomía muy
particular, pues como región rica en minerales los productos no renovables han
sido el sustento del país; las históricas minas de estaño y de otros minerales
fueron por años razón de la existencia de una población ubicada entre las más
selectas de la nación, llevando a la ciudad a ubicarse entre las más
importantes del país.
La ciudad de hoy descansa en sus tradiciones y en la calidez de sus habitantes.
Ciudad de temperaturas muy bajas, compensa el frío con el calor que irradian
sus pobladores. La amistad se vuelca sobre cada uno de los turistas haciendo
más llevadera su presencia en la capital del departamento.
LO TRADICIONAL
Oruro, una tierra conservadora y amante de sus costumbres, ofrece al visitante,
como entre sus atracciones, una gastronomía no fácil de ser encontrada en otras
ciudades. Los platos criollos conocidos como Rostro Asado, Intendente, Cola,
Nudos, Charquecan (valgan las mayúsculas de patentes para la creación doméstica
orureña) van complementados por la Cerveza Huari, bebida infaltable en las
recepciones de mantel largo y en todos los bares y restaurantes más selectos de
la ciudad.
La repostería, es otra de las especialidades de expertos, sumándose la variedad
de productos agrícolas a disposición del cliente en los diferentes mercados de
abasto. En este sentido, la producción del altiplano orureño se complementa con
los productos llegados del valle y del trópico boliviano. Oruro, ubicado en el
centro de la geografía boliviana, ofrece los frutos más variados que la
generosa tierra produce en su extensión cultivada.
Si bien la alimentación es fundamental en todo centro urbano, lo son también la
historia, los mitos y aquellos personajes que le dieron prestigio en el tiempo.
Si es evidente que en sus calles no están de pie todos los históricos edificios
que se levantaron hace dos centurias, no dejan de ser atracción particular
algunos de ellos, como el “Palais Concert” (Palacio de los Conciertos) y el
Hotel Edén, ambos ubicados en la Plaza 10 de Febrero. El edifico del Correo
Central y lo que resta de la estación del ferrocarril. En la construcción de
esos monumentos arquitectónicos se puede apreciar, por una parte, lo artístico
de las fachadas, los frescos que encierran los muros del “Palais Concert” y la
construcción de otros edificios. No deja de llamar la atención el material
empleado y muy bien tratado por expertos, particularmente en el edificio del
correo y la estación del ferrocarril (aunque sin el movimiento de principios
del siglo XX). Se suman algunos jardines, estoicos sobrevivientes de inviernos
rigurosos. Por sus calles transita un pueblo laborioso y amable, dispuesto a
guiar a los visitantes y brindarles, dentro de las posibilidades actuales,
momentos de satisfacción durante su estancia en la ciudad.
LO MÍTICO
Como toda ciudad, Oruro tiene sus otras historias. Lo mítico ilumina las
tertulias y sus personajes encienden admiración. Por sus avenidas y recovecos
asoman las sombras de aquellas imágenes indelebles en el tiempo, como la de
aquel aguatero surgido desde el anonimato ubicándose en una sociedad, por
entonces selecta y excluyente. De nombre Alberto, cumplía la noble misión de
calmar la sed de los pobladores de barrios aledaños, hasta donde no llegaban
las cañerías públicas.
Un dipsómano que asomaba a las ventanillas del correo, no para pedir su
correspondencia, sino una copa de vino, era la figura pintoresca en las horas
ociosas de la ciudad.
Un microcéfalo, generalmente visto en la calle Camacho, motivaba muchas burlas
y miradas curiosas y, sin embargo, era un ser que llevaba en su alma a un niño
adormecido y siempre sonriente a todos lo que veía pasar por las aceras.
También se recuerda a la viuda de la calle Presidente Montes, dotada de
facultades curativas y a los fantasmas de la calle Soria Galvarro.
Si aquellos personajes de leyenda fueron los que animaron las horas cotidianas
de los orureños, en los primeros cincuenta años del siglo XX, los otros, los
surgidos en la otra tradición del pueblo, son los que aún perduran en la
literatura, el diálogo y las reuniones de intelectuales. Allí está el Chiru
Chiru. No hay duda que en los socavones mineros se tejieron las historias más
fantásticas y apasionantes de Oruro. La creencia en seres superiores, como el
Tío de las minas, es algo que pervive en la gente del subsuelo y en la
festividad del carnaval. Pero también está el misticismo llevado a la devoción
por la Virgen del Socavón, la joven Candelaria, así denominada por un
franciscano. Entre el bien y el mal, constante en la vida de todos los pueblos,
el cielo y el infierno mantienen distancia en medio de creencias arraigadas,
supersticiones y fe religiosa.
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